Como explico en una de mis
anteriores publicaciones, los estudiantes que presentan un Trastorno por
Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) son una parte
significativa del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo
(ACNEAE), es decir, aquel
alumnado que requiera una atención educativa diferente a la ordinaria. El
docente es un agente principal en la detección del TDAH, y suele ser quien da
la primera voz de alerta. Los niños y adolescentes pasan muchas horas en el colegio y eso hace
que los profesores estén en una posición privilegiada para observar el
comportamiento de los alumnos, así como para poder comparar la conducta y el
funcionamiento cognitivo entre niños de la misma edad y avisar en caso de que
exista algún indicio del problema. Sin embargo, la detección no debe ser
nuestra meta. Conocer el síndrome y entender sus síntomas tiene que conducirnos
hacia las posibles actuaciones que se pueden tomar en el aula para mejorar el
proceso de enseñanza-aprendizaje con este tipo de alumnado y mejorar tanto su
rendimiento escolar como su autoestima.
El
TDAH es un trastorno causado por una alteración neurológica (American
Psychiatric Association, 2000) que afecta fundamentalmente al desarrollo de las
funciones localizadas en el lóbulo frontal y, de forma más concreta, al córtex
prefrontal. Estas funciones se denominan funciones
ejecutivas, y son aquellas que nos permiten seleccionar un objetivo y
realizar las acciones necesarias para conseguirlo. Algunas funciones ejecutivas
son la inhibición, la memoria de trabajo, la regulación emocional, el control del
tiempo, etc. Se inicia en la infancia y, según señalan estudios como el de
Artigas-Pallarés (2013), suele estar ligado a otros procesos comorbidos: el síndrome de Tourette, el trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos
generalizados del desarrollo (espectro autista o síndrome de Asperger), trastornos
del aprendizaje (discalculia, disgrafía o dislexia), trastornos de la conducta,
ansiedad, depresión, etc.
El origen del TDAH se explica teniendo en cuenta tanto
factores genéticos como ambientales, aunque los primeros se consideran mucho
más influyentes en su desarrollo (Ramos-Quiroga, Chalita, Vidal, Bosch,
Palomar, Prats, Casas, 2012). Su prevalencia está entre el 3 y el 7 % de los escolares
en educación primaria. De ellos, casi un 80% lo conservarán durante la
adolescencia y entre un 30-65% de los pacientes lo mantendrán en la edad adulta
(Biederman, Faraone, Taylor, Sienna, Williamson, Fine, 1998).
Los síntomas nucleares del TDAH son:
- Hiperactividad: se manifiesta como un exceso de movimiento en situaciones que requieren de autocontrol. Esta inquietud motora hace que quienes la padecen tengan tendencia a hablar en exceso, hacer ruido o interrumpir, teniendo además problemas para relajarse o para acabar sus tareas debido a la falta de constancia.
- Déficit de atención: hace referencia a las dificultades para mantener la atención durante un periodo de tiempo en las tareas académicas, familiares, o sociales. También se determina por no prestar atención en los detalles o por los problemas para seguir órdenes y normas debido a que se distraen con facilidad ante estímulos irrelevantes. Además, no son capaces de terminar las tareas que requieran un nivel de atención sostenido y pierden u olvidan objetos.
- Impulsividad: no ser capaz de pensar las cosas antes de actuar. Se caracteriza por la impaciencia, la incapacidad para esperar su turno o el dar respuestas prepotentes y precipitadas.
Las distintas presentaciones clínicas del TDAH dependerán del grado en que se manifiestan cada uno de los síntomas. El procedimiento para mejorar los síntomas de este trastorno
debe consistir en un tratamiento multimodal que combine fármacos con terapias
psicológicas y psicoeducativas. Debe ser individualizado, es decir, atendiendo
a las características concretas de cada caso ya que no existe una cura universal
que se pueda aplicar de manera general. No obstante, existen pautas generales
que podemos seguir los docentes para reducir
el impacto del TDAH en el aula.
Un docente que trabaje con
alumnado con TDAH debe sentir la necesidad de profundizar en el conocimiento
del trastorno. Entender el problema le ayudará a ser consciente de que su papel
de educador influye directamente, no sólo en el aprendizaje del alumno, sino
también en su estado emocional. Aunque la conducta disruptiva suele ser una de
las características de este alumnado, podemos recurrir a estrategias basadas en
el refuerzo positivo, la economía de fichas, etc., que fortalezcan un buen
clima de trabajo.¡No nos rindamos nunca!
Referencias
American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental
disorders. 4 ed. revised. Washington, DC: American Psychiatric Association;
2000.
Artigas-Pallarés, J.
(2003). Comorbilidad en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad. Rev Neurol, 36, S68-78.
Biederman J, Faraone S, Taylor A, Sienna M,
Williamson S, Fine C. (1998). Diagnostic continuity between child and adolescent ADHD: findings from a
longitudinal clinical sample. J Am Acad
Child Adolesc Psychiatry, 37(3), 305-313.
Ramos-Quiroga J.A, Chalita P.J., Vidal R., Bosch R., Palomar G.,
Prats L., Casas M. (2012). Diagnóstico y tratamiento del trastorno por
déficit de atención/hiperactividad en adultos. Revista de Neurología, 54 (1), 105-115.
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